En agosto de 2024, una serie de incendios forestales de gran magnitud arrasó la región oeste de Canadá, afectando principalmente las provincias de Columbia Británica y Alberta. Los incendios, alimentados por una combinación de temperaturas récord, sequía prolongada y vientos fuertes, se extendieron rápidamente, destruyendo vastas áreas de bosque y obligando a miles de personas a evacuar sus hogares.
Las autoridades canadienses declararon el estado de emergencia en varias regiones, movilizando a bomberos locales, nacionales e internacionales para combatir las llamas. A pesar de los esfuerzos, el fuego continuó propagándose, amenazando comunidades enteras y provocando daños significativos en la infraestructura local.
El humo de los incendios llegó a cubrir grandes áreas, afectando la calidad del aire y provocando alertas de salud pública. Las imágenes de satélite mostraban el alcance devastador de los incendios, que dejaron paisajes completamente calcinados.
Este evento ha generado un llamado urgente a la acción para abordar el cambio climático, que se considera un factor clave en la intensificación de incendios forestales en la región.